Una mirada distinta de la guerra de Malvinas, de los mecanismos judiciales, del sistema de premios y castigos. De las glorias de la guerra y las miserias de la vida.
En 1982, un subteniente de apenas veintiún años –un cadete egresado de apuro- fue enviado, con sus compañeros, a las trincheras de Malvinas a ponerse al frente de soldados de casi su misma edad. Su comportamiento excedió todos los cánones que eran exigidos por los reglamentos y el honor militar. Fue respetado por sus hombres y, a la par, admirado por el enemigo inglés. Se le otorgó una medalla al valor que pocos pueden lucir hoy en el pecho: la mayoría de los condecorados fueron muertos en el combate.
Veinte años después nuestro héroe de guerra debe afrontar a un tribunal por una muerte. Ahí comienza Leónidas Guerrero, la ficción teatral que nos propone Daniel Ortiz, quien el año pasado pusiera en escena Dos hermanas, el drama inspirado en el caso de la recuperación de la identidad de Victoria Donda.
“La obra teatral consiste en cuatro diálogos que mantienen Leónidas Guerrero, el héroe de guerra, con su defensor oficial. El pretexto de estos diálogos es la defensa que el abogado debe hacerle al acusado en cuatro momentos distintos del juicio. Pero terminan diciéndose muchas más cosas en esa forzada convivencia que se establece, durante ese lapso, entre dos personas demasiado distintas” nos dice Daniel Ortiz, el autor y director de la puesta. “Pretendo que el espectador -sobre todo el que, como yo, anda por los cuarenta años, era joven en los años ochenta y fue atravesado por esa guerra- reflexione sobre ciertos temas desde una perspectiva distinta a la que nos ha ofrecido el repaso superficial de esa historia reciente.”
En los ensayos, los actores del elenco integrado por Leonardo Alcarraz Lores (el Mayor Leónidas Guerrero) y Ricardo Faurix (José Vélez, el defensor oficial) fueron quienes le señalaron al autor cierta particular complejidad del texto: “Yo no me había dado cuenta de que las dos cosmovisiones que quiero hacer enfrentar en la obra, estaban nítidamente marcadas por el lenguaje empleado. El militar rememora los avatares que lo llevaron a su medalla con el seco lenguaje castrense del arte de la guerra y la jerga cuartelera. El defensor oficial le anticipa los pormenores que lo llevarán a una segura condena con el hermético lenguaje jurídico que, en vano, se empeña en hacer más sencillo para su defendido. Es el diálogo infructuoso entre dos culturas.”
La obra está basada en un caso real ocurrido pocos años atrás. Pero Ortiz separa las cosas: “Estoy proponiendo una obra teatral, una ficción, no una reconstrucción histórica de lo ocurrido. Me he tomado licencias, como lo permite una obra de arte, y hay una distancia respecto del caso de la vida real que me inspiró. Si se puede pintar un caballo azul en una tela ¿por qué no se le puede dar un ribete pasional a una muerte que, en la realidad, fue desgraciado fruto -no querido- de una riña? Pasión y muerte no son ajenas. En la gloria de la guerra y en la miseria de la vida. En los dos extremos de este drama, la guerra y la provocación de una muerte, todos pudimos ser Leónidas Guerrero y todos podemos ser hoy, también, Leónidas Guerrero.”
Además del sistema de premios y castigos, el otro gran tema de la pieza teatral es el cuestionamiento severo a los procedimientos judiciales. A la despersonalización del reo. Además de dramaturgo y director, Daniel Ortiz es abogado. “Es difícil no resultar funcional al sistema aunque uno procure ser un buen abogado. No digo que sea imposible: véase la lucha de décadas de los abogados de derechos humanos. Pero a mi me ha abandonado ya esa paciencia. Tengo urgencia por conseguir que cierto estado de cosas se modifique. Lo hago desde el teatro, conmoviendo las cómodas y establecidas maneras burguesas de pensar, como enseña Brecht. Cada vez que leo a Brecht me agarra urgencia por hacer la revolución.”
“Leónidas Guerrero” se estrenará el 12 de septiembre a las 22:30 hs. en el teatro La Ratonera Cultural (Av. Corrientes 5552, Capital Federal). Funciones: 12, 19, 26 de septiembre, 3 y 10 de octubre, 22:30 hs.
En 1982, un subteniente de apenas veintiún años –un cadete egresado de apuro- fue enviado, con sus compañeros, a las trincheras de Malvinas a ponerse al frente de soldados de casi su misma edad. Su comportamiento excedió todos los cánones que eran exigidos por los reglamentos y el honor militar. Fue respetado por sus hombres y, a la par, admirado por el enemigo inglés. Se le otorgó una medalla al valor que pocos pueden lucir hoy en el pecho: la mayoría de los condecorados fueron muertos en el combate.
Veinte años después nuestro héroe de guerra debe afrontar a un tribunal por una muerte. Ahí comienza Leónidas Guerrero, la ficción teatral que nos propone Daniel Ortiz, quien el año pasado pusiera en escena Dos hermanas, el drama inspirado en el caso de la recuperación de la identidad de Victoria Donda.
“La obra teatral consiste en cuatro diálogos que mantienen Leónidas Guerrero, el héroe de guerra, con su defensor oficial. El pretexto de estos diálogos es la defensa que el abogado debe hacerle al acusado en cuatro momentos distintos del juicio. Pero terminan diciéndose muchas más cosas en esa forzada convivencia que se establece, durante ese lapso, entre dos personas demasiado distintas” nos dice Daniel Ortiz, el autor y director de la puesta. “Pretendo que el espectador -sobre todo el que, como yo, anda por los cuarenta años, era joven en los años ochenta y fue atravesado por esa guerra- reflexione sobre ciertos temas desde una perspectiva distinta a la que nos ha ofrecido el repaso superficial de esa historia reciente.”
En los ensayos, los actores del elenco integrado por Leonardo Alcarraz Lores (el Mayor Leónidas Guerrero) y Ricardo Faurix (José Vélez, el defensor oficial) fueron quienes le señalaron al autor cierta particular complejidad del texto: “Yo no me había dado cuenta de que las dos cosmovisiones que quiero hacer enfrentar en la obra, estaban nítidamente marcadas por el lenguaje empleado. El militar rememora los avatares que lo llevaron a su medalla con el seco lenguaje castrense del arte de la guerra y la jerga cuartelera. El defensor oficial le anticipa los pormenores que lo llevarán a una segura condena con el hermético lenguaje jurídico que, en vano, se empeña en hacer más sencillo para su defendido. Es el diálogo infructuoso entre dos culturas.”
La obra está basada en un caso real ocurrido pocos años atrás. Pero Ortiz separa las cosas: “Estoy proponiendo una obra teatral, una ficción, no una reconstrucción histórica de lo ocurrido. Me he tomado licencias, como lo permite una obra de arte, y hay una distancia respecto del caso de la vida real que me inspiró. Si se puede pintar un caballo azul en una tela ¿por qué no se le puede dar un ribete pasional a una muerte que, en la realidad, fue desgraciado fruto -no querido- de una riña? Pasión y muerte no son ajenas. En la gloria de la guerra y en la miseria de la vida. En los dos extremos de este drama, la guerra y la provocación de una muerte, todos pudimos ser Leónidas Guerrero y todos podemos ser hoy, también, Leónidas Guerrero.”
Además del sistema de premios y castigos, el otro gran tema de la pieza teatral es el cuestionamiento severo a los procedimientos judiciales. A la despersonalización del reo. Además de dramaturgo y director, Daniel Ortiz es abogado. “Es difícil no resultar funcional al sistema aunque uno procure ser un buen abogado. No digo que sea imposible: véase la lucha de décadas de los abogados de derechos humanos. Pero a mi me ha abandonado ya esa paciencia. Tengo urgencia por conseguir que cierto estado de cosas se modifique. Lo hago desde el teatro, conmoviendo las cómodas y establecidas maneras burguesas de pensar, como enseña Brecht. Cada vez que leo a Brecht me agarra urgencia por hacer la revolución.”
“Leónidas Guerrero” se estrenará el 12 de septiembre a las 22:30 hs. en el teatro La Ratonera Cultural (Av. Corrientes 5552, Capital Federal). Funciones: 12, 19, 26 de septiembre, 3 y 10 de octubre, 22:30 hs.
4 comentarios:
Daniel, se mantiene la función en Quilmes?
Aunque aún no hemos fijado fecha, para octubre (2da.quincena) o noviembre, haremos la función en Quilmes. Avisaremos por acá.
Toda crítica tiende a ser subjetiva, aunque se intente de revestir de objetividad. Sería interesante un ensayo crítico sobre la relatividad de la crítica y cómo ésta se mueve a través de las olas de la moda, la tendencia de la época y, paradojalmente, se formula con la determinación de lo perenne. Por ello, este juicio inequívoco (puesto que está de acuerdo con lo que piensa quien lo expone) será la crítica de un crítico espectador sin remedio alguno para con sus subjetividades y sentencias formuladas por ella. Un ejemplo es su afirmación de que si una obra no conmueve, no genera una emoción en el espectador, no hay, por lo menos, una interacción emocional entre la obra y quien la recibe, está condenada a la nada. Afortunadamente, esta obra logra emocionar, conmover, generar sensaciones (positivas o negativas según el discurso de los personajes), y eso ya es elogiable. Partimos de dos personajes que simbolizan actividades poco simpáticas y poco artísticas, tales como la militar y la abogadil, lo cual le agrega mayores méritos al texto, puesto que no cae en declamaciones y énfasis ideológicos de lo que representan, sino que su discurso, sus ideas, su postura frente a las vicisitudes que padecen, van definiendo su carácter, su visión, su “ideología”. Esto es otro mérito del autor en la forma de plantear la obra, que se plasma en forma evidente y merece reconocimiento. La puesta en escena, sencilla, mínima, tiene profundos aciertos. La sala (de pisos, paredes y techos negros) permite una profunda concentración con lo que ocurre en escena, y su tamaño es adecuado para recibir plenamente el mensaje emocional de los actores. En cuanto a su desarrollo, tiene grandes aciertos y si bien el final resulta conmovedor, creo que puede disfrutarse técnicamente del segundo acto, una verdadera joya que contiene todo tipo de situaciones que despiertan distintas respuestas, desde la pesadumbre a la carcajada más locuaz. Los actores reflejan muy bien a los personajes, quedando el personaje del militar, quizá por lo complejo que resulta para alguien sin formación castrense adentrarse en el “carácter” de un militar de carrera, como punto saliente, sosteniendo la obra tal como resulta de su propio texto. La labor actoral es otro punto relevante, pues sobre ellos pesa la responsabilidad de reflejar la obra, mostrarla, y no puede dejarse de reconocer su compromiso, trabajo y resultado: lo logran. Puede agregarse en defensa de esta obra que esta crítica ha tratado de despojarse de la indulgencia propia de la observación de una función de estreno, de un vínculo de amistad, y que realmente la recomendaría aun sin tener esas aproximaciones con sus principales interesados. Auguro un mejor desempeño para las futuras funciones, que no insumirá mayores esfuerzos dado que sólo tendrán que despojarse de los nervios del debut, y espero que mucha gente pueda disfrutarla, porque “Leónidas Guerrero” es una propuesta artística que logra emocionar y entretener, algunas de las funciones primordiales del arte que cumple con sobrados méritos.
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